Las cinco preguntas clave sobre el llamamiento para una vacuna universal
Oxfam, ONUSIDA y más de 150 líderes mundiales recientemente pidieron que la próxima vacuna contra el COVID-19 esté disponible de forma gratuita para todas las personas del mundo. Mientras los investigadores e investigadoras se apresuran a encontrar una vacuna, personas como usted nos han planteado excelentes preguntas sobre nuestra llamada a la acción. Aquí van nuestras respuestas:
1. ¿Por qué es importante que la vacuna contra el COVID-19 sea gratuita y se distribuya equitativamente a todo el mundo?
La pandemia del coronavirus ya ha costado cientos de miles de vidas y, aunque se está ralentizando en algunos países, en otros (y en particular en algunas de las regiones con mayor desigualdad) estamos viendo que sigue extendiéndose. Justo la semana pasada la OMS marcó a América Latina como el próximo epicentro del virus.
Hemos visto cómo este virus paralizaba algunos de los sistemas de salud más avanzados del mundo, así que imagínese las consecuencias para los sistemas de salud que ya de por sí tienen dificultades en los países más pobres. Una vacuna es nuestra mejor esperanza para acabar con la pandemia y el caos que está causando.
La capacidad de todas las personas por mantenernos seguras y sanas nunca debe venir dictada por la cantidad de dinero que tenemos en el bolsillo.
Gozar de una buena salud es un derecho, no un privilegio, y la atención médica debe ser gratuita en el punto de uso. Lamentablemente, cada año se niega la atención de salud a miles de millones de personas porque son demasiado pobres para sufragar su coste.
Esta pandemia ha dejado a miles de millones de personas en riesgo de caer en el hambre y la pobreza. Esto significa que la mayoría de las personas del mundo lo tendrán todavía más difícil por pagar sus cuidados médicos, incluyendo una vacuna, de sus propios bolsillos. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres y las niñas, que suelen ser las últimas de la cola para recibir cuidados, aunque ellas mismas asumen la mayor parte del trabajo de cuidados, lo que a su vez las pone en mayor riesgo de infección.
Pero una vacuna gratuita no es una cuestión solamente de justicia. También es un imperativo para proteger a todas las personas del planeta.
Una vacuna solo podrá protegernos si todas las personas que la necesitan tienen acceso a ella.
Es contraproducente que solo la gente más rica y los países ricos tengan acceso a una vacuna porque pueden pagarla. Mientras algunas personas en el mundo no tengan acceso a la vacuna, todos y todas estaremos en riesgo de contraer este virus.
Si bien que algunos piensan que el virus simplemente desaparecerá un día, y otros confían en la inmunidad colectiva, es importante saber que esta inmunidad se logra a menudo a través de las vacunas. Esperar a que haya suficientes personas infectadas con el virus podría costar millones de vidas y seguir profundizando las desigualdades entre nosotros. Este es un precio que no estamos dispuestos a pagar.
2. ¿Qué significa la distribución justa de la vacuna?
Si solo se dispone de suministros limitados de la vacuna, tiene sentido administrarla primero a las personas que corren mayor riesgo, incluido el personal médico de primera línea y otros trabajadores y trabajadoras de primera línea, las personas mayores y aquellas con problemas de salud preexistentes pertinentes, dondequiera que se encuentren. Las estimaciones muestran que hay alrededor de 1000 millones de personas en esta categoría.
Necesitamos un acuerdo mundial vinculante en el que los Gobiernos den prioridad al suministro según las necesidades y no según la capacidad de pago.
La mejor solución para lograr la equidad es contar con un suministro suficiente de una vacuna para todo el mundo lo antes posible. Lograrlo requiere al menos dos factores:
En primer lugar, un compromiso por parte de todos los Gobiernos, instituciones y empresas farmacéuticas que participan en el desarrollo de la vacuna de compartir la ciencia y las tecnologías que descubren.
En lugar de confinarlo en patentes que se venderán al mejor postor, la ciencia de la vacuna y todos los tratamientos deben compartirse abiertamente. Esto significa que cualquier país o empresa con capacidad para hacerlo de forma segura podrá fabricar la vacuna, mientras que otros países serán libres de importar vacunas de bajo coste para garantizar que todos los habitantes del planeta puedan beneficiarse por igual.
En segundo lugar, el mundo necesita una capacidad adicional de fabricación de vacunas para satisfacer esta demanda mundial sin precedentes.
Es necesario que los Gobiernos inviertan ahora en esta capacidad adicional, especialmente en los países que ya cuentan con los conocimientos tecnológicos para producir la vacuna y que están comprometidos con un acceso mundial libre y justo.
3. ¿Quién acabará pagando la vacuna? ¿Podemos permitirnos que sea gratuita para todo el mundo?
La vacuna debe ser un bien público mundial y producirse al precio más bajo posible, es decir, al verdadero precio de coste, sin que nadie se beneficie de su producción. Esto cobra especial importancia, porque en gran medida son los fondos públicos los que están pagando su desarrollo. Lo ideal es que la vacuna se suministre a un coste no superior a 2 dólares por dosis a los Gobiernos y organismos que la administren y que sea gratuita para quienes la reciban, tanto en los países ricos como en los pobres.
Oxfam ha estimado que el coste de la entrega de la vacuna a todos los habitantes del planeta podría equivaler a tan sólo 4 meses de los beneficios anuales de las diez compañías farmacéuticas más ricas del mundo. No se trata de si es asequible, sino de la voluntad política de hacerlo realidad.
4. ¿Entonces, Oxfam dice que la vacuna debería ser obligatoria para todo el mundo?
En esta etapa, la prioridad debe ser dar los pasos correctos para asegurar que se encuentre una vacuna segura y eficaz y que esté disponible para todas aquellas personas que la necesiten. Si se retrasa la acción al respecto, el mundo podría ser testigo del desarrollo de una vacuna exitosa, pero su escasez significará que únicamente las personas con más recursos podrán acceder a ella.
Las vacunas tienen un historial extremadamente positivo y siguen evitando millones de muertes en todo el mundo. La viruela y la poliomielitis son solo dos ejemplos de enfermedades que han sido erradicadas de la mayoría de las sociedades de manera efectiva gracias a las vacunas, y hay un gran conjunto de pruebas científicas que demuestran que las vacunas son eficaces y seguras. Una vacuna por sí misma no solo funciona para la persona que la recibe, sino que cada persona que se vacuna ayuda a prevenir la propagación de una enfermedad, ya que no puede transmitirla porque ha generado inmunidad.
En este momento, con millones de personas amenazadas por la pandemia del coronavirus, el mayor temor no es que tengan que vacunarse las personas que no quieren protegerse; el temor es que no todas las personas que necesitan protección puedan recibirla.
Oxfam apoya los llamamientos a realizar campañas de información pública basadas en pruebas científicas claras, transparentes, revisadas por pares y responsables en relación con la vacuna y cualquier otra solución médica adoptada para proteger la salud de las personas, a fin de que estas estén bien informadas antes de que se despliegue cualquier vacuna y tratamiento.
5. ¿Cuáles son las cuestiones éticas involucradas en el desarrollo y despliegue de una nueva vacuna?
Las vacunas han contribuido enormemente a nuestra salud general (en segundo lugar, después del acceso al agua potable) y, por lo tanto, desempeñan un papel importante en nuestra salud pública colectiva. Sin embargo, se nos plantean varias cuestiones éticas cuando se desarrolla e introduce una nueva vacuna. Aquí van las dos más importantes:
La fase de pruebas:
Los nuevos medicamentos, incluidas las vacunas, deben pasar por una rigurosa fase de pruebas antes de que se apruebe su uso médico generalizado. Actualmente se están desarrollando nuevos tipos de vacunas contra el COVID-19, por ejemplo, las llamadas vacunas de ARN. Al igual que todas las demás vacunas, los nuevos tipos de vacunas deben testarse rigurosamente para garantizar su seguridad y eficacia.
Aunque los ensayos clínicos forman parte inherente del desarrollo de medicamentos y vacunas seguras, es de suma importancia que se adhieran a los estándares éticos de la forma más estricta. A lo largo de la historia ha habido ejemplos espantosos de pruebas médicas en comunidades vulnerables, por ejemplo, en Zimbabue y Nigeria en la década de 1990 o cuando se probó la primera vacuna (contra la viruela) en menores que vivían en un orfanato de Austria, en el siglo XVIII. Es necesario e imperativo desarrollar y probar una nueva vacuna siguiendo un estricto protocolo ético.
La fase de despliegue:
Algunos medicamentos que se desarrollan terminan por no estar disponibles para las personas más necesitadas, sino solo para las que están en el país “correcto” o que tienen suficiente dinero para pagarlas. Especialmente cuando hay un suministro limitado, la pregunta más difícil es quién recibe primero el tratamiento. La respuesta debe ser sencilla: las personas que corren más riesgo, independientemente de dónde vivan, de sus ingresos, de su origen étnico o de su género.
Haga clic aquí para unirse a nuestro llamamiento para que la vacuna contra el COVID-19 esté disponible para todas las personas, en todos los países, de forma gratuita.
Escrito el 10 de junio por Charlotte Becker, que trabaja en Oxfam Internacional como responsable de Relaciones y Eventos Externos contra la Desigualdad.